Introducción y mensajes centrales

Las inundaciones son los desastres naturales más destructivos, más frecuentes y más costosos de la Tierra. Mientras que las inundaciones destructivas han sucedido durante toda la historia humana, los daños por inundaciones han subido astronómicamente en las últimas décadas, pese al gasto de cientos miles de millones de dólares para estructuras que debían controlarlas. Esto se debe en parte a que el recalentamiento planetario está causando tormentas más severas, y en parte a las crecientes poblaciones y actividades económicas en las llanuras inundables. También es porque las tecnologías y enfoques para mejorar el control de las inundaciones suelen resultar contraproducentes. Mejorar nuestra capacidad de hacer frente a las inundaciones bajo el clima actual y futuro requiere adoptar un conjunto más sofisticado de técnicas - el camino "amable" de la gestión, que pretende comprender, adaptarse y colaborar con las fuerzas de la Naturaleza.

Hay tres principales razones por las que no funciona el control convencional de las inundaciones del "camino duro" - en base a las represas y los diques. En primer lugar, ningún sistema de obras civiles puede ser totalmente a prueba de fallas. En segundo lugar, demasiadas obras se basan en un entendimiento incompleto del funcionamiento de los ríos y litorales. En tercer lugar, estimulan el desarrollo intensivo en zonas propensas a las inundaciones a la vez que desincentivan las inversiones en otras medidas preventivas y en los preparativos para evacuaciones de las poblaciones cuando sucedan las inundaciones. Aunque el control "duro" puede prevenir la mayoría de las inundaciones "normales", a largo plazo tiende a aumentar el daño que harán las inundaciones severas. Además, causa grandes daños a los ecosistemas fluviales.

Las represas y diques provocan cambios profundos en el flujo de agua y sedimentos través de las cuencas hidrográficas. Esto puede aumentar los daños por las inundaciones por varias razones:

  • se reduce la capacidad de los cauces de los ríos, porque se depositan los sedimentos sobre sus lechos y se limita su extensión, entre otras razones;
  • las aguas fluyen más rápidamente en las inundaciones, porque se enderezan (y acortan) los ríos y se les hace más estrechos;
  • se pierden los flujos de sedimentos, lo que provoca el hundimiento de las deltas y la erosión de las costas.

Las fallas de diques y represas (y la gestión descuidada de las represas al soltar sus aguas) causan inundaciones extremadamente destructivas porque tienden a suceder sin advertencia previa y crean oleajes muy veloces.

Se prevé que el cambio climático aumentará dramáticamente el tamaño y la frecuencia de las inundaciones. El control estructural de las inundaciones es una desadaptación al cambio climático porque supone un clima que permanece estático. En este clima ficticio que supuestamente no cambia, los ingenieros deciden qué "inundación de diseño" debe usarse para calcular la capacidad de una represa o dique. Cuando se excede de la capacidad máxima de diseño de un dique o represa, es casi seguro que fallará. La inflexibilidad del control duro es una gran debilidad, no sólo porque el clima sí cambia, sino también porque la frecuencia y magnitud de las inundaciones cambian con el tiempo por la urbanización y otras alteraciones en el uso del suelo, así como los procesos geomorfológicos naturales.

La gestión de los riesgos de las inundaciones es flexible, ya que busca reducir el daño que causaría un evento de cualquier magnitud, y es adaptiva porque busca responder a los cambios hidrológicos causados por cambios en el uso del suelo y la morfología de los ríos. La gestión de los riesgos asume que han de suceder las inundaciones y que necesitamos aprender a coexistir con ellas de la mejor manera, reduciendo su velocidad, amplitud y duración cuando sea posible, haciendo lo que más se pueda para proteger nuestros recursos más valiosos y evitar su trayecto destructivo. Además, asume que toda la infraestructura para protección contra las inundaciones podrá fallar, y que hay que tomar esa eventualidad en cuenta para los planes. Se fundamenta también en la comprensión de que las inundaciones no son inherentemente todas malas - y que, de hecho, en términos ecológicos (y a veces económicos) las inundaciones son procesos esenciales para la salud de los ecosistemas fluviales.

Los elementos centrales de la gestión de las inundaciones en un clima cambiante incluyen:

  1. Frenar la Velocidad: Las estrategias para reducir su velocidad y volumen, incluyendo el retiro de los diques más lejos de los ríos, la restauración de los humedales y los meandros de los ríos, y frenar la escorrentía urbana. Estas medidas también ofrecen grandes beneficios ecológicos, estéticos y recreativos.
  2. Mejorar los procedimientos de emergencia: Posiblemente las medidas más importantes en términos de salvar vidas son las mejoras en el pronóstico de las inundaciones, las alertas y los procedimientos de evacuación. También es imprescindible preparar estrategias por anticipado para ayudar a las familias y comunidades a recuperarse de los impactos de las inundaciones.
  3. Trasladarse fuera del camino del peligro: Parte vital de reducir los daños, especialmente en las áreas menos densamente pobladas como en los EEUU, es incentivar a la gente a no vivir en las zonas más vulnerables a las inundaciones. El manejo del área de inundación incluye planificar las reglamentaciones para desincentivar el desarrollo nuevo de esta zona, así como incentivos financieros para las personas que viven en las áreas de mayor riesgo, para que se trasladen a tierras más altas.
  4. Proteger los edificios y zonas más vulnerables: Importantes medidas estructurales para la gestión de las inundaciones incluyen la adecuación de estructuras individuales (por ejemplo, alzándolas sobre pilares o montículos) y comunidades (por ejemplo, construyendo refugios y fuentes de agua protegidas), construcción de sistemas de almacenamiento y derivación para las llanuras inundables (áreas de tierra con poco o nada de desarrollo que puedan usarse para guardar o desviar las grandes inundaciones), y el uso juicioso de diques bien mantenidos, donde sean la única opción viable, como para las áreas urbanas vulnerables.
  5. Mejorar la gestión de las represas: En muchos países, las represas empeoran los daños por inundaciones cuando se rebosan, colapsan o se operan incorrectamente (por ejemplo, se mantienen muy llenos los embalses antes de las lluvias fuertes, con el afán de maximizar la generación eléctrica, pero dejando poco espacio de reserva para contener las aguas de la inundación). Deben desarrollarse reglas de operación para las represas con la participación del público, y se las debe publicar y hacer cumplir estrictamente. Una evaluación de la seguridad de las represas existentes es otro asunto crítico; los planes para eliminar las represas inseguras deben priorizarse.
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